lunes, 7 de septiembre de 2009

La corriente.

Esta noche voy a abrir las ventanas de par en par para que el viento entre y, revoltoso, dé volteretas por los lugares en los que tu piel estuvo anoche. Luego saldré sigiloso de mi habitación y sisearé para que se acerque a curiosear. Cuando lo tenga cerca, le atraparé con mis manos hoy vacías y le obligaré a que me entregue tu olor. Después me acostaré encima de las sábanas y lo aspiraré con fuerza mientras imagino que jugueteo con tus rizos negros. No pienses ¡qué delirio! No es este el relato de un placer solitario. No estoy tan mal como para desnudarme en un pensamiento. Sólo quiero recordar y cerciorarme de que la vida, a veces, es como el viento: cambia de dirección sin previo aviso y no siente rubor por acariciar un cuerpo hasta ayer desconocido.

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