jueves, 24 de diciembre de 2009

Zapatos-persona.

Mis zapatos nunca me han fallado.

Siempre están dispuestos a salir conmigo a la calle. Jamás protestan. Ni siquiera cuando el invierno lacerante ha congelado las aceras, o cuando la lluvia los ha calado hasta los huesos.

A veces pisan un excremento que algún desalmado ha dejado en la acera. Me miran. Los miro y les hago saber que no es culpa suya, que no estoy enfadado y que ya los limpiaré en el primer césped que encuentre. O en el primer arenero. Ellos continúan el camino felices.

Algunas veces (pocas ya) me paso toda la noche de garito en garito. Voy a mi casa dando tumbos y haciendo eses. Ellos no saben qué me pasa. Pero no se quejan: simplemente me aguantan malamente en pie. Después, cuando llegamos a casa, duermen profundamente abandonados en medio del salón. Mientras descansan se ventilan del olor a Charca.

Pensándolo bien, creo que se han resignado. Creo que tienen conciencia de clase y de que,por muy mal que los trate, ellos saben que son sólo eso: zapatos.

Sin embargo, a veces, los tomo suavemente y les masajeo con una crema especial. De olor fétido, pero que a ellos les encanta. Después les paso el cepillo para rascarles bien en zonas a las que ellos no alcanzan, y les dejo descansando plácidamente en el armario durante un par de días.

Hoy, a veinticuatro de diciembre de 2009, no tengo nada mejor en qué pensar que en hacer esta nota de agradecimiento a mis zapatos.

Mis Zapatos.

Gracias.
Os quiero.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Dos estatuas en la Estación del Sur

Otra vez, Ali.

Nos hemos quedado como estatuas de hielo en el andén de la Estación del Sur. Muertos de frío. Yo con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. Tú sentadita a mi lado temblando.
Hemos mirado el tren con cara de tontos y, delante de nuestras narices, se han cerrado las puertas con un estruendo inusualmente agresivo.
Después, cuando el convoy ha iniciado el viaje, hemos tenido la oportunidad de gritar muy fuerte para suplicar al maquinista que detenga el monstruo. Pero nuestras voces se han agarrado a las paredes de la garganta, como aquella vez que tuviste una garrapata ¿te acuerdas? y no hemos podido decir ni una puta palabra.

Cuando la estación se ha quedado desierta hemos visto, a lo lejos, la columna de humo y hemos llorado lágrimas de alcohol. Rabiosos por no haber sabido, una vez más, dar un saltito al pescante.

Hemos perdido el tren, Ali. Menos mal que estamos juntos.

No me mires así con tus ojos de miel. Te prometo que estaré siempre a tu lado.

Esta tarde vamos a dormir una larga, larga siesta ¿quieres? Quizá, si lo deseamos muy vehementemente, podremos soñar con lo que soñamos. Es lo único que nos queda. Al menos de momento.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ambages, dobleces y verdades.

Querida Amiga:

Estoy harto de dobleces y de medias verdades. Hace mucho tiempo que perdí la capacidad de leer entre líneas y de entender el subtexto de las palabras de las personas.
Me iría, sin dudarlo, hasta el fin del mundo con la persona que me dijera las verdades a la cara. Sería capaz de amar sin condiciones a la mujer que me mirara directamente y me dijera "lo que has hecho me ha dolido mucho" o "creo que has metido la pata hasta el fondo" También ansío encontrar a la persona que me diga "Me estás haciendo muy feliz" o "muchas gracias por las cosas bonitas que me acabas de decir" Pero eso sí, a su debido tiempo. Me jode sobremanera darme cuenta pasados meses, o años, de que fuí terriblemente patoso en un momento dado, haciendo daño a la gente que está (o estaba) a mi alrededor. Igualmente me fastidia que no se valoren a su debido tiempo todas las cosas buenas que hago o he hecho.

Sólo he conocido en la vida a dos personas capaces de decir sin ambages todas las cosas que consideran importantes y pertinentes: una es la Princesa y otra mi buena amiga Elena; y me consta que ambas han sufrido mucho debido a esa actitud. Pero han sido solamente unos días. Luego se han ido quedando con la gente realmente importante a su alrededor, rechazando a los demás y librandose de rémoras molestas.

Querida Amiga: ¿Dónde se han quedado las personas sinceras? Espero que me lo puedas decir... Yo no lo sé.

Un beso.

viernes, 30 de octubre de 2009

Mi perra y la melancolía. Una historia que podría no ser cierta.

Mi perra es un perro. Eso no se me escapa...

Y esa plena conciencia que tengo acerca de su condición, me recuerda que no puedo esperar mucho de ella en el plano intelectual.
Lo que sí sé es lo que puedo esperar en el plano emocional y afectivo: Los perros viven (en el más amplio sentido de la palabra) la alegría, el amor, la excitación, el estrés, la tristeza, el adiós, la hipotonía, la melancolía...
Y esto último(lo de la melancolía quiero decir), lo descubír ayer cuando cerraste la puerta detrás de tí.

Mi perra te echa de menos.

Cuando llego del trabajo viene a saludarme, me alegra la vida unos segundos y, enseguida se va hacia la puerta. Se queda ahí, con el morro adelantado, las orejas aún más tiesas, meneando el rabo y olfateando el aire. Cuando constata que nadie viene detrás de mí se va a su colchón orejas y rabo caidos, llorisquea un poco y apoya la cabeza entre las patas...

Otras veces se levanta como por resorte, va hacia la silla en que desayunas, la olfatea cuidadosamente y menea el rabo (no me extraña, a mí también me gusta el olor de tu piel) Lo hace aposta, para acordarse de tí y extrañarte después.

A veces, simplemente me mira interrogante y llora.


Es una pena que no hayamos sabido gestionar la situación. Supongo que la barrera insalvable de los lustros me ha hecho perder la paciencia. Tampoco tú has sido muy paciente que digamos...

En fin... Hay algo que te puedo dar. Una especie distinta de amor, ni más mala ni menos buena que otras. Un estar ahí cuando me llames, un abrazo a tiempo, unas risas gratuítas, unas tortas en broma. Sé que sabes valorar esto que te ofrezco. Lo que no sé es si lo tomarás o no.

Espero que sí.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Encaramada al lavabo.

No sé lo que pienso. Ni lo que siento...

Los que me conocen hace tiempo dirían con sorna algo así como “¡Qué novedad! ¿El Alan confundido?”

Pero así son las cosas. Hace años que me he resignado a pensar que mi vida es un río zigzagueante que con frecuencia se remansa durante demasiado tiempo formando una balsa fangosa. A veces salta de piedra en piedra (miraquelindismo al canto) y otras es un charco pestilente lleno de miasmas... En ocasiones arrastra toda la mierda hasta el mar enorme, y en otras lleva hasta los demás la misma basura.

En fin. Circunloquios aparte, te voy a contar en líneas generales lo que me pasa.

En ocasiones me pones la cabeza loca. Lucho por encontrar un hueco para contarte mi vida, y no lo encuentro. Me desespero y me pongo a contar las lamas de la tarima flotante: si son pares, buena suerte. Si son impares, mal rollo... De vez en cuando pongo atención a lo que me estás diciendo “no hay problema, vamos más o menos por el mismo sitio” y al segundo pienso que la azalea probablemente necesita riego, y que no entiendo porqué ese reborde negro de los pétalos de las flores. Veo que te ríes “ha debido decir algo gracioso” y me río yo también. Al momento pienso que me dejaría sodomizar por un poco de marihuana, y calibro las posibilidades de llamar por teléfono a mi camello. Muy majo el chico, viene a mi casa en cuanto le llamo. Pero no. Otra vez no. Me dices: “Uff, ya te estoy braseando con mis historias” “No, mujer. Sigue contándome” Y me dedico a recorrer una y otra vez tu cuello torneado.

No es que no te escuche. Ni muchísimo menos. Lo que pasa es que ya estoy mayor, y necesito las vivencias un poquito más dosificadas. Si no, me atraganto al ver que tú has vivido en algo más de dos décadas mucho más que yo en casi cuatro (¡Uf!). Tu historia es fascinante, y tu forma de vivir las cosas es tan intensa que te envidio profundamente.

Adoro el tintineo de tu voz en mi cueva oscura. Me da la vida. Me gusta que te sientas como en tu casa, que pongas música, que cantes a voces y que sonrojes a los vecinos. Me gusta cómo cocinas metódica y pulcramente. Me gustan todas tus piernas: donde empiezan y donde acaban. Me río al recordarte encaramada al lavabo. Tus abrazos mañaneros me llenan de vida y me ponen en la calle con una energía que hacía mil millones de siglos que no tenía.






Ahora que lo pienso: Tus ojos de tres colores son ventanas que dejan que el viento fresco me acaricie la cara.

Todo lo demás es anecdótico.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Gripe X

Querida Amiga:

Hoy estoy jodido. No sé muy bien porqué, pero tengo una especie de velo caliente sobre los ojos. Me imagino que la gripe que desde hace un par de semanas circula por mi torrente sanguíneo,pujando por expresarse, me está ganando la batalla.
He pensado que voy a sucumbir. No me voy a tomar ni un sólo Termalgin más. A ver si el bicho de los cojones me tumba de una vez sobre la cama, y me paso un par de días sudando sonriente bajo el edredón prematuro.
Además (si hay niños, no sigan leyendo) no hay nada mejor que un orgasmo con fiebre. Sea auto-infringido o de procedencia externa. Tener fiebre me da por culo, pero a veces tengo ganas de que me suba la temperatura para quererme a mí mismo o dejar que me quieran entre atisbos de delirio.
Por otro lado, no sé qué es mejor. Si asaetearme el hígado con ibuprofenos y paracetamoles, o dejar que el enfriamiento me acaricie el cuerpo cada equis tiempo.

Lo malo es la mala leche que se me pone... No me apetece hablar con nadie, y me imagino que me lanzo a morder salvajemente el cuello de cualquiera que me mire de reojo o que se dirija a mí sin que se lo haya pedido. Me cago en los ruidosos, y sueño con tener un revólver con el que disparar en la cabeza a todo el que es feliz.
Estoy insociable, pensativo, tristón, pollidolorido, misántodo, inapetente gastronómico e intelectual, somnoliento, hipotónico, audiófobo, fotófobo, esquivo, dispépsico, diarréico, flatulento, rinítico, conjuntivítico llorón. En fin, una joyita.

No te acerques hoy a mí. Pero ven mañana, te lo ruego.

lunes, 14 de septiembre de 2009

La Princesa y el Mar.

(El Niño y Charly pasean por una playa desierta)

- Charly ¿De qué color es el mar?
- ¿Y esa pregunta?
- Pues... es que no sé porqué el agua del mar es azul cuando estoy de vacaciones, y blanca cuando sale por el grifo...
- Querrás decir transparente.

(Pausa)

- Sí, eso: Transparente.
- Verás. El mar es transparente. Lo que sucede es que el cielo se refleja en el agua como si fuera un espejo. Por eso nos parece que es azul...
- (Pensativo) Ya. Pero otras veces el mar es gris ¿no?
- Pues claro, merluzo. ¿De qué color son las nubes de tormenta?
- Grises... (Dándose un cachete en la frente) ¡Ah! ¡Ya lo entiendo!

(Pausa)

- Charly...
- ¿mmmm?
- ¿Y cuando el agua del mar se ve verde?
- Vamos a ver ¿De qué color es la arena de la playa?
- Amarilla.
- Pues cuando el agua tiene poca profundidad, el azul del cielo se mezcla con el amarillo de la arena a través del agua. ¿Qué pasa cuando mezclas el azul con el amarillo?
- ¡Verde!
- Bieeeen...

(Larga pausa)

- Charly...
- Dime.
- ¿Porqué te quedas callado?
- Estaba pensando.
- ¿En qué piensas?
- No sé porqué los ojos de la Princesa son a veces verdes, otras grises y otras azules.
- Pues está clarísimo.
- (Riendo) ¿Sí? ¿Porqué?
- Los ojos de la Princesa son azules cuando está alegre, grises cuando llora, y verdes...
- ¿Cuándo son verdes?
- Pues no sé... Ahora no se me ocurre nada...
- Son verdes cuando deja ver el fondo azul de su alma y refleja en ellos mi mirada amarilla gastada...
- (Mira atónito a Charly) Eso no lo entiendo...
- (Dándole una suave colleja al niño) Eso es porque eres un enano.

(Se alejan riendo y persiguiéndose por la playa)

lunes, 7 de septiembre de 2009

La corriente.

Esta noche voy a abrir las ventanas de par en par para que el viento entre y, revoltoso, dé volteretas por los lugares en los que tu piel estuvo anoche. Luego saldré sigiloso de mi habitación y sisearé para que se acerque a curiosear. Cuando lo tenga cerca, le atraparé con mis manos hoy vacías y le obligaré a que me entregue tu olor. Después me acostaré encima de las sábanas y lo aspiraré con fuerza mientras imagino que jugueteo con tus rizos negros. No pienses ¡qué delirio! No es este el relato de un placer solitario. No estoy tan mal como para desnudarme en un pensamiento. Sólo quiero recordar y cerciorarme de que la vida, a veces, es como el viento: cambia de dirección sin previo aviso y no siente rubor por acariciar un cuerpo hasta ayer desconocido.

domingo, 23 de agosto de 2009

Sonámbulos y suicidas...

He visto una mujer demasiado grande caminar sobre el vértice del tejado de un edificio. La he visto sentarse y, como si de un tobogán se tratara, deslizarse serenamente hasta el alero para caer al vacío.



Segundos después he oído el golpe de su cuerpo estrellándose sobre un coche. O sobre un contenedor. No lo sé. Desde mi terraza no se ve esa parte de la calle Alcalá.



He visto a los otros, a través de las ventanas abiertas de par en par de sus casas, andar como sonámbulos cruzando los pasillos para dirigirse a los ventanales grandes de los salones, y dejarse caer como peleles sobre la acera de la calle O'donell. Donde la cafetería. A estos sí les he visto morir.

He visto a una familia desesperada intentar evitar infructuosamente que su hijo y su hija se arrojaran por la ventana del comedor. Pero no oía los gritos...

He visto a otro, que saltaba desde una bonita casa en el cruce de Alcalá y Príncipe de Vergara...

He visto policías y ambulancias llegando diligentemente al lugar de los hechos.

Me he esforzado por llorar para impresionar a la chica que había a mi lado.

He deseado que mañana los periódicos me cuenten qué coño ha ocurrido.

sábado, 22 de agosto de 2009

El mar, Tennessee y Servired.

El mar en tus ojos me recuerda que siempre estamos de viaje... Me gustaría ser lo suficientemente valiente, lo suficientemente solvente para darte cobijo sin pararme a pensar en cosas accesorias. Quisiera ser una gasolinera donde entraras a repostar, a descansar y a comer algo, hasta que te sintieras preparada para volver a viajar. Porque es así como te quiero: de paso.
"Traes a los animales salvajes a casa, los cuidas y los alimentas hasta que están preparados para volar otra vez. Entonces se marchan y te sientes terriblemente sólo"
Puto Tennessee Williams, siempre tiene razón...

Pero tengo miedo.

No sé dónde voy a estar mañana. No sé cuándo me va a decir Servired "hasta aquí hemos llegado" Y no sé si mi alma de Peter Pan que no vuela va a ser mañana igual que hoy.

Por eso he tenido que cerrar la puerta. No sé si me entiendes...

Te quiero. Como se quiere a una hermana, por supuesto. Pero no estoy preparado para ser área de servicio...

Buscaré la manera.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Ropa sucia. II.

El día había empezado mal. Carlos no sabía qué coño había pasado con el radio-despertador. Simplemente no había sonado, y él había tenido que salir disparado de la cama para irse al trabajo sin saber si se había puesto los dos zapatos iguales.
Bien mirado, la culpa del retraso había sido de Ana. Esa noche había estado insaciable. Cierto es que a él le gustaba follar más que a nadie, pero no se puede pretender estar toda la noche de folklore, y levantarse al día siguiente con el tiempo suficiente como para ducharse, afeitarse, desayunar, fumarse un porro e irse al curro. Pensó que no estaba siendo justo, y sacudió la cabeza como los perros para espantar el monólogo interior y dar paso a alguno más positivo.
Cuando llego ante la puerta del portal, se detuvo para mirarse en el espejo del zaguán. Se vio viejo. Sólo tenía treinta y seis años, pero la piel casi albina que había bajo su lanilla pelirroja, se obstinaba en parecer mucho más ajada de lo que cronológicamente le correspondía. Quien quiera que hubiera diseñado sus ojos azules se debía haber levantado, como él aquel día, con el pie izquierdo, pues no los había hecho preparados para el sol abrasador de esas latitudes. Probablemente Dios estaba fumado aquel día, y en vez de ojos le había colocado a ambos lados de la nariz puntiaguda, algún tipo de material fotosensible que mandaba rayos con forma de cefalea hasta el mismo centro del cerebelo. Al salir a la calle, sintió la bofetada del calor de agosto. “Joder, si sólo son las nueve de la mañana”
Y para colmo el toque de muertos... Las campanadas funerales le persiguieron durante todo el tiempo que anduvo buscando el coche. La noche anterior estaba tan colocado, que no recordaba dónde lo había aparcado. Cualquier día, en el curro, le iban a hacer mear en un tarro y se iba a quedar sin los galones que tanto se había merecido, y que tantas mamadas le había costado conseguir. Se dio cuenta de que, entre campanada y campanada, podía dar cinco pasos. Le hizo gracia, y se inventó una especie de marcha militar.
Pensó que ojalá no tuviera que disparar a nadie aquel día. Tenía tal resaca que no sabía muy bien si sería capaz de distinguir entre los malos y los buzones de correos. Sonrió al imaginar que gritaba “¡Bang! ¡Bang!” para que los compañeros pensaran que estaba disparando.

Llegó al coche, y al meterse dentro se sintió como se debe sentir una loncha de pan bimbo al entrar en la tostadora. Se cagó en todo y se colocó el cinturón de seguridad para no tener que soportar el pitido insolente del avisador. Sintió el perfume de Ana en el ambiente, y se imaginó que era una nube de humo rosa que le entraba por la nariz y le iba directamente a la polla. Tuvo una erección. Inmediatamente, su glande maltrecho le recordó lo vivido la noche anterior, y que debía comprar algún tipo de lubricante para la próxima.

Metió la llave en el contacto. Sacudió de nuevo la cabeza para no pensar en la analogía de turno, arrancó y se dispuso a incorporarse al tráfico de la calle Alfaro.

Juguete de amor.

Anoche pasé frío y me dessenamoré un poco.
Anoche pasé frío y fui poeta.
Anoche, mientras mi carne se helaba
y mi alma en mi cuerpo se escondía,
vi como mi amor para ti
era un juguete pasado ya de moda que ya nada valía.

Cualquier amanecer echarán
al viejo juguete de mi amor a un carro de basura,
y alejándose en la amarga soledad
oirá al carretero dar palos a su mula
que todo se lo da por un poco de paja
y, a veces, pochas uvas
Y estaré allí donde ya nada vale nada
hasta que algún día una dulce gitanilla,
con mocos y pecas en la cara,
limpie con su manga grasienta
la suciedad que la sociedad pegó a mi alma;
y volveré a ser un juguete reluciente de amor y de alegría.

¡Qué importa que me engañes si luego me sonríes!
¡Qué importa ser poeta o ser basura!
Anoche pasé frío en el cuerpo y en el alma....
Anoche pasé frío y quedó mi libertad de amor helada.

viernes, 14 de agosto de 2009

Ropa Sucia I.

Alzó en vilo sobre su cabeza el cesto de la ropa sucia y la esparció toda por el suelo del cuarto de baño. Se arrancó violentamente el camisón con el que le había estado esperando y, desnuda, se lanzó sobre las prendas baratas. Lloraba desconsoladamente y gritaba palabras ininteligibles abrazada a las sábanas que habían cambiado el día anterior, después de haber hecho el amor durante horas entre ellas. Guardó silencio cuando sintió la tentación de masturbarse frotándose con la ropa interior de aquel cuyas manos no volverían a recorrer su cuerpo, pero no pudo evitar volver a gritar cuando le asaltó la imagen del cuerpo de él roto por la brutal explosión.
Estuvo más de dos horas bañada por la potente luz de la lámpara del techo, oliendo las prendas sucias de Carlos y llorando como una niña antes de que el sueño la venciera, probablemente como mecanismo de defensa ante la inminencia del colapso nervioso.
Antes de dormirse, creyó oir el timbre de la puerta. Seguramente Luis, el vecino de arriba, había oído el escándalo y había bajado para ver qué pasaba. Aguantó la respiración hasta escuchar cómo el gordo del segundo A, arrastraba los pasos de vuelta al ascensor, y se abandonó al sueño.

Soñó con ella misma. Se vió en un plano cenital, con su cuerpo pequeño pasado de kilos desnudo sobre la tarima blanca. Vió la melena negra que tanto la enorgullecía enmarañada entre calcetines y camisas. Vió sus tremendos ojos verdes irritados de tanto llorar. Se sintió sola. Soñó alguna cosa tonta, y apagó la pantalla onírica para verlo todo negro y descansar.


......



El día había empezado mal. Una de las cosas que más le jodían de aquel pueblo del sur del gran animal Madrid, era la manía de doblar las campanas durante horas cuando algún vecino moría. Nunca le había preocupado demasiado la muerte, porque nunca había sentido un afecto lo suficientemente grande como para preocuparse por perderlo a causa de la muerte, y le parecía algo de lo más ñoño aquel tañido obstinado. Se había quedado unos minutos escuchando aquellos dos tonos de las campanas de Santo Domingo y tratando de descifrar su significado. Una de las notas era alegre, probablemente por la absurda y fingida alegría que sienten los Cristianos cuando uno de lo suyos les abandona en pos de una supuesta vida mejor. La otra nota era mucho más larga, oscura. Seguro que era el sonido de la tristeza contrapunto al júbilo del viaje del fiambre. Jugó a sonreir como una idiota al sonido de la campana alegre, y a poner una cara de exagerada tristeza a la campanada luctuosa. Tuvo miedo de que el espíritu anduviera aún por ahí revoloteando y le pegara una colleja por cachondearse de aquel modo de la muerte ajena, y siguió rulando el porro de marihuana que la íba a poner a funcionar aquella mañana demasiado clara de verano.

Encendió el petardo y aspiró con fruición el aroma ácido de la hierba que ella misma cultivaba en la terraza. Giró la palanca de la cafetera Krupps, y sus tímpanos vibraron con el ruído ensordecedor del cacharro. Todas las noches dejaba preparada la parafernalia cafetera para, al día siguiente, no tener más que mover el mecanismo y esperar a que el café saliera dócilmente por la tobera.

En lo que el café terminaba de gotear sobre la taza, se asomó a la habitación para contemplar, enfadada, toda la ropa sucia de Carlos tirada por la habitación.

sábado, 1 de agosto de 2009

Desobedeciendo a Humphrey.



Las veo pasar por mi lado. Todas llenas de piernas, con esos pantalones cortitos que se llevan este verano. Algunas incluso me rozan suavemente (supongo que sin querer... Sí, sin querer.)Percibo las fragancias de sus perfumes. Algunas veces, en un grupito de chicas, hay tantos aromas distintos, que si cerrara los ojos podría pensar que estoy en la sección de perfumería del Eroski.
Se lleva el aspecto näif. Y me encanta. Esos maquilajes suaves de niña buena, coletitas con gomas blancas...
Soy consciente de que algunas de ellas podrían ser mis hijas (no pienses mal, me refiero a la edad. No soy de los que van rociando esperma por ahí)
Vamos, que se podría decir que estoy en el parnaso de los arrozpasaos.

Lo que pasa es que sólo puedo pensar en tí.

Así estan las cosas.

Por suerte o por desgracia sólo puedo pensar en tí.

Alguien me dijo que en la vida nunca se puede jugar a una sola carta. Me explicó que, mientras te quedas ahí esperando que esa única carta sea la más grande, todas las demás juegan en las manos de tus oponentes. Me dijo que es mejor tener varios frentes abiertos: en el caso de que se pierda una batalla puede ganarse otra.

Pero es que yo sólo puedo pensar en tí.

¡Qué le voy a hacer!

En bares atestados o en mi casa oscura, sólo puedo pensar en tí.


Sé que soy lo menos parecido a un topmodel... (Se me ocurre la palabra "Toptonel" para designar el indivíduo mas cercano al tonel que al modelo. Ya lo sé, ya lo sé: qué tontería.)Digamos que he escapado de la vigorexia y de la dieta. Intento encontrar las razones que tú encontrarías para elegirme entre tanto tipo guardarropa. Y no encuentro ninguna. Al menos ninguna que te pueda dar antes de mostrarte mi elenco de virtudes internas, lo cual dificulta muchísimo la tarea.

Pero es que yo sólo puedo pensar en tí.

¡Qué puta vida!

Las razones se vuelven de mantequilla. Sólo puedo pensar en tí.


Si se me apareciera Humphrey Bogart, probablemente me diría: "Muchacho: Una mujer es como una piscina, o te arrojas sin pensarlo, o te largas de la piscina cuando el agua está a punto de rozarte las pelotas" Y yo le diría: "Sí, pero tú eres Bogart, las mujeres no se ríen cuando te ven"
No sé qué hacer. Probablemente una de estas tardes salga a hacerme el encontradizo, y al dar contigo, te suelte de una andanada y a quemarropa todo lo que tengo en ese lugar límbico entre la frente y la lengua. Tengo que ordenar mis pensamientos.

Pero es que yo sólo puedo pensar en tí.

¡Qué obsesión!

Sueño despierto con romances cinemátograficos. No duermo para no dejar de pensar en tí.

jueves, 30 de julio de 2009

Dulce Introducción al Caos.

Mientras tanto pasan las horas,
sueño que despierto a su vera,
me pregunto si estará sola
y ardo dentro de una hoguera.


miércoles, 29 de julio de 2009

Mi vida es una mierda (Al lado de la tuya)

Mi vida es una mierda (al lado de la tuya)

Nunca compré un piso por 8 millones para venderlo después por 50. No fuí de los que compraron acciones de Terra para ver, en pocos días, que habían multiplicado su valor por cuatro.
No tengo prácticamente nada. No tengo piso, ni un cochazo. No tengo novia tetona que ostentar, ni un placentero matrimonio con dos hijos. No tengo un puesto de responsabilidad en una gran empresa, ni un turno de 7 horas que es una delicia porque todos los días como en casa. Para serte sincero, ni siquiera tengo trabajo.

No sé tocar ningún instrumento. No estoy puesto en nada. No tengo ninguna habilidad especial.

No he pasado dos años en Nueva York aprendiendo inglés, ni tengo un Master en nosequécosa. A decir verdad, aprobé el COU comiendo el coco a un profesor. Me costó un huevo, pero al final conseguí pasar de curso para sacar un flamante 2,5 en selectividad.

He emprendido mil cosas y no he terminado ninguna. Abrí una empresa que se fue al garete en unos tres meses. Abrí otra que ni siquiera ha empezado a funcionar.
No tengo ahorros.
Estoy gordo y desdentado. No me gusta la ropa de marca. No me cuido la piel... Hay días que ni me ducho.
Limpio mi casa los viernes. Por si ligo, cambio las sábanas y pongo unas con doble ración de suavizante.

No tengo el gen del triunfo.

Soy lo que se dice un puto desastre.



Pero hablemos de tí.

¿Alguna vez te has tumbado a ver las estrellas y has llorado sin saber porqué? Estoy seguro de que nunca te has ido de camping con unos amigos de verdad, y te has contado la vida entre copas.
¿Has probado alguna vez a caminar cuesta arriba hasta coronar alguna cumbre? Se siente un gran placer. Aunque la cumbre no sea muy alta.
No sé si habrás sentido el agua del mar en tus pies, en una playa vacía. Es una sensación maravillosa, íntima, casi erótica...
¿Tienes algún poema preferido que te guste leer una y mil veces? ¿Has descubierto entre líneas que ese poema habla de tí? ¿Eres capaz de llorar hasta la última lágrima escuchando alguna canción ñoña?
Yo he sentido muchas veces el calor de una amistad sincera, pura. ¿Sabes tú qué es tener un amigo de verdad?
¿Alguna vez has trabajado sin ánimo de lucro? ¿has hecho alguna vez algo por hacer felices a los demás?
¿Tienes principios? Me refiero a principios de verdad, no a aquellos de los que se vanagloria uno en público para después olvidarse. ¿Te has parado alguna vez a pensar en los que no tienen nada? ¿Has sentido alguna vez dolor por el sufrimiento de los demás? ¿has hecho alguna vez en tu puta vida algo por alguien sin esperar nada a cambio?
¿Te has enamorado alguna vez del intelecto de otra persona?

¿Tienes un sueño que sabes que nunca podrás cumplir, pero que te da alegría solo con soñarlo?

Cabrón. Estás vacío.

Tu vida es una mierda (al lado de la mía)

lunes, 27 de julio de 2009

Seamos uno.

Sube a casa.

No tengo mucho que ofrecerte. Algo de cerveza con poco gas, una bolsa de esas patatas que vienen en pack familiar de ahorro y un trozo de Espetec que bien estirado con un trozo de pan puede convertirse en un montadito.

Quédate a dormir.

Las sábanas no ajustan bien. Puede ser que se salgan del colchón en el medio de la noche, y despertemos convertidos en un amasijo de piel, pies y tela ajada. No tengo reloj. Eso es una cosa buena ¿no?

Hagamos el amor.

Ahora que estamos intimando, te diré que no sé si voy a acordarme de cómo se hace. Me refiero a hacer el amor, no a follar. Todo el mundo sabe como se folla, desde luego, pero muy pocos saben hacerlo para la otra persona en lugar de para sí mismos.

Mientras las cosas estén como están, todo lo que tengo es de quien tenga aún menos que yo.

Eso sí. Cuando todo cambie, cuando nos vaya mejor y cambiemos el tablero pelado por el mantel de hilo. Cuando tengamos ternera en lugar de tortilla de cebolla, prométeme que seguiremos siendo lo que somos ahora: dos almas medianas formando una grande.

¿De acuerdo?

miércoles, 22 de julio de 2009

Miércoles.

Mierda...

Te echo de menos...

Los minutos de plomo del miércoles caen indolentes en la balsa de aceite de mi vida. Salpicando cada rincón de mi indecisión.
Yo, que en mi puta existencia he planchado una camiseta, lo hago ahora cuidadosamente. Por si es esa la clave.
Yo, que nunca me afeito hasta que parezco un pobre mendigo, lo hago ahora dos o tres veces en semana. Por si es esa la manera de acercar un poco las generaciones...
Yo, que había aceptado los kilos de más como definitorios de mi vida, pienso ahora cómo adecuarlos a tus apetencias.

El desierto de las sábanas es más árido aún cuando no he paseado mis sueños por tus pechos inexplorados. No hay colores si mis ojos no se han bañado en tus ojos nuevos. Y no percibo los olores si no puedo compararlos con los de tu piel fragante de leche.

Siempre he optado por los imposibles. No me preguntes porqué, pero las cosas fáciles no me resultan atractivas.

Una vez alcancé la quimera... Duró lo que duró. Poco, en cualquier caso, pues me aguardaba la gran, gran cuesta arriba de tus piernas manchadas.

Pido al Dios en el que no creo que los miércoles se acaben cuanto antes. Mañana será otro día en el que perder.

viernes, 17 de julio de 2009

Dónde estarás...



Un día sin verte es mucho tiempo... Incluso para mí, que estoy acostumbrado a las esperas pacientes llenas de fantasmas (algunos buenos, algunos malos)

Llevo horas preguntándome dónde estarás. Un bicho enorme me muerde el estómago si pienso que te estarás divirtiendo en algún bar de copas... Se me rompe el gesto si pienso que te encuentras bajo algún espécimen sudoroso, en algún catre invigilado.
En realidad, me encantaría que estuvieses mirando la luna creciente. Preguntándote, como yo, dónde estaré a estas horas. Sufriendo por mí. Muerta de celos.

No es justo. Lo sé... Sé que no debería desearte la incertidumbre. Pero es lo que hay. Y aquí, en este papel mudo de elocuencia, lo escribo para que conste.

Dormir abrazados

Querida Amiga:

No puedo borrar de mi mente el recuerdo del olor de tu cuerpo pequeño entre mis brazos. Y lo que es peor (o mejor): no quiero borrarlo.

El sólo hecho de tener tu piel de papel de seda pegada a mi piel de acantilado, vale más que cualquiera de los mejores polvos que he podido echar en mi vida. Me reía por dentro al sentir tu pelo fragante de champú del Mercadona pugnando por entrar en mi nariz y hacerme estornudar. Tuve calambres en la espalda de estar tanto tiempo sin moverme, y más tarde, agujetas durante una semana debido al peso de tu cabeza sobre la parte interior de mi brazo. Te confieso que no pegué ojo. Y sin embargo soñé. Soñé que era un embarcadero construído en un lago de leche tibia, que albergaba un barquito que se mecía al compás de tu respiración.

Dormir abrazados. No hizo falta nada más para que en mi alma quedara grabada aquella noche cálida de invierno junto a tí. El sexo es algo que se vuelve secundario cuando el amor es tan grande y puro, y la proximidad establece puentes eternos entre un cuerpo y otro. Durante unas horas, tuve la sensación de que éramos sólo uno. O una. No importa: si el sexo no tiene importancia, figúrate la banalidad del género.

Recé una oración pagana para intentar evitar que los rayos del sol entraran insolentes por entre las rendijas de la persiana, y porque el ruído de los motores de los coches de las personas que empezaban a irse a trabajar se apagara, convirtiendo la noche en eterna.

Pero fue imposible.

Te separaste de mí haciendo un ruído parecido al de un filete de ternera que se despega de la encimera de la cocina. Y, tápense los oídos las mentes delicadas, me cagué en Dios.

Mi cuerpo se levantó para ir a trabajar, pero mi alma se quedó ahí, en la cama. Esperando que tu barquito volviera a atracar para mecer suavemente mi mediocridad.

miércoles, 15 de julio de 2009

Desamistad.

Querida Amiga:

Que la amistad eterna sale por la ventana cuando por la puerta entra el amor -aunque sea ocasional- es por todos sabido.
Las amistades que, abrazados entre nubes etílicas, nos prometimos hace años, han resultado ser más frágiles que el papel de fumar.

Te echo de menos. Me da cierto reparo decirlo cuando me has tratado así. Por eso lo escribo...

Te echo de menos.

Nunca pretendí ir contigo más allá de las fronteras de la amistad. Aunque, ahora que lo pienso, algo de carne húmeda dentro de los dominios fraternales hubiera sido el no va más. Pero bueno, siempre me dejaste muy claro que eso no sería jamás así. Y estaba muy satisfecho con lo que teníamos.

Durante meses tuviste abierta para mí la puerta de lo nuevo, de lo diferente. Salí de mi vida oscura y de mi mirar para adentro. Eso no lo olvidaré jamás, y jamás dejaré de estarte agradecido. Llegué a pensar cómo obrarías tú antes de dar ningún paso. Llegué a tenerte como referente cada minuto de mis días nuevos.

Pero ahora las cosas no están así.

Me pregunto si tengo derecho a esperar que, al mirar a mi alrededor, estés tú ahí.

Supongo que no.

Sin embargo sí creo que, en aras a lo vivido, me merezco una tarde de calidad por lo menos cada trimestre. Ya sé que suena amargo, pero tú me conoces y sabes que no me gusta andar rodeando los conceptos antes de decir las palabras.


Por otro lado, y echando mano de mi autoestima deficiente, te diré que creo que yo también te dí algunas cosas. No sé si buenas, malas, o mediocres. Me gustaría que algún día me dijeras qué te aporté yo a tí, si es que te aporté algo digno de no olvidar.

Creo saber porqué has desaparecido. Siempre he funcionado bien como paño de lágrimas para las personas. Y donde escribo "paño" creo que debería haber escrito otra palabra, pero paso. No quiero parecer plañidero, porque la etapa de llorar por este asunto ha pasado. Pero cuando se acaban las dudas, los pañuelos se guardan en lo más profundo de los cajones. No sé si me explico.

Francamente. Creo que no es justo.

¿Qué hacemos ahora? O no hacemos nada.

Te deseo mucha suerte, mucha felicidad, y muchos amigos.

domingo, 5 de julio de 2009

"The Phantom of the Opera"

El fantasma de la Ópera



In sleep he sang to me,
in dreams he came ...
that voice which calls to me and speaks my name ...

And do
I dream again?
For now
I find the Phantom of the Opera is there - inside my mind ...

Sing once again with me our strange duet ...
My power over you grows stronger yet ...

And though you turn from me,
to glance behind,
the Phantom of the Opera is there - inside your mind ...

Those who have seen your face draw back in fear ...
I am the mask you wear ...

It's me they hear ...

Your/My spirit and my/your voice in one
combined: the Phantom of the Opera
is there - inside your/my mind ...

He's there,
the Phantom of the Opera ...
Beware the Phantom of the Opera ...

In all your fantasies,
you always knew that man and mystery ...

... were both in you ...

And in this labyrinth where night is blind,
the Phantom of the Opera is there/here - inside your/my mind ...

Sing, my Angel of Music!

He's there the Phantom of the Opera ...

sábado, 4 de julio de 2009

Vamo acelamor tu y yo neste mundo loko

Y la noche no promete nada...

Amiga:

A veces, la tristeza te invade. ¿No te ha pasado alguna vez?

Tristeza. Sin más.

Estás tranquila, con tu vida más o menos normal, y la tristeza te cae encima. Como la caja fuerte que aplasta al sufrido personaje de cómic.
Entonces te pones a pensar: "Bueno, tengo una existencia bastante plácida: Tengo casa, trabajo, familia, amigos, comodidades. Tengo salidas los fines de semana..." Todo parece correcto.
Sin embargo, después del análisis de la realidad, miras hacia arriba y ahí está la tristeza, graznando de gusto y cagándote en la cabeza.

¿De dónde viene esa tristeza? Debe vivir cerca, porque viene con bastante frecuencia. Y puesto que es un pájaro, probablemente viva en un árbol.

Sales a dar un paseo, con tu tristeza sobre los hombros, y vas mirando las copas de los árboles. No encuentras ningún nido.
Miras al resto de las personas y te parecen livianas, alegres. "¿Hay algún otro triste por aquí?" Y aunque has hecho la pregunta en voz alta, nadie te responde. Los perros siguen de aquí para allá con sus carreras ridículas, y los niños dan esos grititos de júbilo que tanto te crispan en los días como hoy. Sólo los abuelos parecen ser capaces de comprenderte, pero tampoco dicen nada.

Y vuelves a casa, convencida de que el mundo no te va a dar ninguna respuesta. Y pones la tele. Y te sientas frente a ella como quien se sienta delante de una roca. Con tu mente perdida en algún mar del norte.

Pues hoy he tenido uno de esos días. Y la noche no promete nada...

Ahora, si estuvieras aquí, me dirías que mañana un nuevo sol saldrá, que todo irá mejor.

Pero creo que lo mejor es que no digas nada. Mejor déjame con mi tristeza, que seguramente mañana volverá a su nido, ahíta de mi alegría, a esperar el momento de una nueva visita.

Ombligaciones (Sí, sí. "Ombligaciones")

Amiga:

En este momento de mi vida, pienso que me gustaría no tener obligaciones. ¡Qué cómodo! me dirías si estuvieses aquí.

Me gustaría levantarme a las 11, desayunar tranquilamente, encender la caja lista y ver alguna tontería, quizá echar un sueñecito... Comer cuando me entre el hambre, leer un libro, pasear con mi perra... No pensar en nada.

Siempre he pensado que el trabajo debe servir para construir la vida de una persona, pero para mí a estas alturas trabajar no es mas que un irritante paréntesis de diez horas. Un largo sueño en el que no pienso en otra cosa que en terminar. Cuando intento buscar un sentido a mi actividad laboral, sencillamente no lo encuentro, y vuelvo a caer en el letargo de la inercia. No puedo evitar sentirme enfadado por el tercio (o algo más) de mi vida que empleo en tragar asfalto y humos ajenos.

Cuando por fín llego a mi casa, me encuentro con que no tengo más remedio que limpiar, poner lavadoras o irme a la compra con un proverbial aburrimiento.

Luego, la Asociación.

Antaño pensaba que hacer algo por esta sociedad enferma era la mejor manera de encontrar un sentido a mi vida. En cierta forma lo es, pero de pronto, esa actividad reconfortante se convierte en una obligación más. Sobre todo cuando me siento sólo dando gritos en un aeropuerto atestado, en el que sólamente los más piadosos se esfuerzan por pensar que soy un loco bohemio, y me miran amablemente.

Cuando bruscamente aterrizo, son las once de la noche. Pienso que no tengo nada para cenar, que tengo que tender, que tengo que preparar las facturas. Abandono el local precipitadamente, llego a mi casa y no hago nada. Me aburre esta vida de mierda.
Podría llamar a mi madre, o a mi abuelo. Pero no hago nada.

En fín, que se me pasan los años y no lleno este hueco.

Y todo esto porque mis obligaciones no me dejan cumplir mis otras obligaciones. Tengo demasiadas cosas en qué pensar.

Obligaciones. Obligaciones. Obligaciones.

¿No te pasa algunas veces que, a fuerza de repetir una palabra, esta pierde su sentido? Te parece una palabra rara, un conjunto de letras sin significado, un mantra insulso...

Pues ese mantra insulso es mi vida en estos momentos, lo repito una y otra vez sin llegar a ninguna parte.

Si estuvieras aquí me harías mil sugerencias atropelladamente, y yo no vería ninguna plausible. Por fín acabaría la conversación diciendo que ya me lo pensaré, o que se debe tratar de una situación temporal. Es lo que tenéis las mujeres: os esforzáis por ofrecer soluciones, cuando lo único que queremos es ser escuchados y sentir que nos compadecen.
Por supuesto, no tienes mala intención. Lo que pasa es que yo sólo quiero expresar y decirte que mi vida es una mierda. Sólo quiero que me abraces con tu cuerpo pequeño y no digas nada.

Entonces imagino que te digo: "Abrázame con tu cuerpo pequeño y no digas nada. Mañana veré lo que hago."

Archivo definitivo.

Siento que he perdido algo muy importante.

Muchas veces queremos jugar al eclecticismo y nos sale mal. Es mejor no intentar acercar posturas irreconciliables.
Muchas veces hacemos cosas sin pensar. Pienso que se debería admitir que todos nos equivocamos. Lo malo es que ciertas equivocaciones dejan una huella muy profunda, que no se borra nunca. Mil disculpas no son suficientes, y aunque los demás digan haberte perdonado, encuentras que eres tú el que nunca se va a perdonar.

Uno mismo nunca se perdona, sólo deja las cosas abandonadas en un archivo definitivo. Un mal día, limpiando el polvo, se las vuelve a encontrar. Revive el momento, y vuelve a archivar hasta el próximo zafarrancho.

Diras: "Qué enigmático" Tienes Razón.

Chinos.

Siempre que voy contigo al chino a comer, o a cenar, me asalta un pensamiento que me sonroja, por incorrecto.

Esos y esas camareros y camareras son personas normales. Los ves ahí, con sus amplias sonrisas, con sus uniformes inmaculados, y parece que fueran muñecos (no voy a poner muñecos/as. Ya sé que tú sabes que no soy machista. Al menos hasta donde me doy cuenta) destinados a servir las mesas.
Seguramente alguno de ellos pertenece a una Asociación Cultural, un Partido Político, Un Equipo de Fútbol... Y tienen el alma partida porque no tienen muy claro quién estará llevando ahora las cuentas, que ellos cuidaban con primor.
Seguramente alguno de ellos tiene un amor que dejó lejos, y llora todas las noches. Llora de rabia, porque no sabe si el o ella le esperará.
Seguro que alguno de ellos tiene un perro o un gato al que adora, y que no se pudo traer. Y por las noches, mientras duerme, le parece oir a su amigo removerse junto a la cama. Despierta y no está.
Estoy convencido de que casi todos añoran el ligero olor a manzana de la casa de su madre, el calor del hogar, el sabor de aquel plato...
Probablemente alguno de ellos se pondrá los auriculares y, antes de dormir, escuchará con una profundísima tanguez las canciones de su patria.

Entonces viene a mí la certeza de que todos somos iguales. Las personas somos iguales.

Tengo que ir más a los restaurantes chinos. Me funcionan mejor que las noticias.


PD: Donde puse chino o chinos, lee ecuatorianos, colombianos, marroquíes, senegaleses, rumanos...

No vengas ahora. La muerte.

Me pregunto porqué no me fuí el primero. He visto caer a casi todos delante mío, y he sufrido mucho. Mucho no. Muchísimo.
La he visto avanzar hacia mí durante años. Tantos años que puedo sentir su aliento de tierra en mi cara.
Ahora sé que me tengo que preparar. Cada día, tras levantarme, hago un poco de gimnasia (no quiero que me encuentre fofo) me afeito cuidadosamente, me lavo por partes, me limpio los dientes, me perfumo... Después procuro ponerme ropa limpia. No tengo mucha, hace años que la capacidad de entender los inventos desapareció, y la poca ropa ponible que tengo no está nunca del todo limpia. Me miro en el espejo y deseo que ella llegue cuanto antes. No soy la sombra de lo que fuí.

Después desayuno. Y como cada día, me acuerdo de que es mejor desayunar antes de lavarme y acicalarme.

Me siento en el sillón, hago que leo algún periódico amarillento, y miro las ventanas y la puerta de la calle, vigilando. Si la veo aparecer me lanzo en sus brazos.

Las doce. Me parece que va siendo hora de pensar en ir a comer. Me fastidia irme, porque no me gustaría encontrarmela violentamente en la calle. Prefiero estar en mi casa cuando venga. Sin embargo, tengo que ir a comer. No debo desfallecer.
Salgo a la calle y comienzo a caminar. Al instante la fatiga me aborda. Lejos quedan aquellas caminatas de cartero.

Empiezo a presentir que hoy tampoco va a venir. Tendré que arrastrar los pies mañana otra vez...

Como con desgana. Inmediatamente son las cinco. Me he debido quedar dormido. Me voy a casa. No sea que venga.

Después de un largo "paseo" llego al portal. Decrépito, como todo en mi vida. Tengo que subir tres pisos por la escalera. Comienzo lentamente, con la respiración controlada. Dos pasos: inspirar. Dos pasos: espirar.
Estoy llegando a mi puerta. ¡Un momento! Un tremendo dolor me pellizca el pecho. ¡No vengas ahora! ¡Espera a que entre en la casa! ¡Quiero recibirte en mi casa!

Me siento en la escalera. Ella está aquí. Ha venido. Es caprichosa.

Esta no es la manera. Hubiera querido...

Es igual, pronto os veré a todos. Por fín.

Rutas vitales.

Amiga:

Lo que más me jode es que me coman la cabeza.

A lo mejor me estoy volviendo un poco egohista, pero los problemas de los demás a veces me impiden concentrarme en mis propios asuntos.

Muchas veces, las movidas llegan a punto muerto, y por mucho que hables no vas a poder ayudar a la otra persona. Llega el momento en que esa persona tiene que tomar sus decisiones en soledad, y responsabilizarse en soledad de las consecuencias que sus propias determinaciones puedan acarrear.

Lo que realmente me desespera es encontrarme a mi mismo dando consejos a los demas, sobre temas que yo mismo no soy capaz de ventilar.
Me veo dando consejos sobre amores, trabajo, rutas vitales... Estrategias que yo mismo no soy capaz de aplicar a mi propia vida. Y eso me jode. ¿Quién soy yo para darte consejos? ¡Por favor! ¡Si no sé qué camino debo tomar!

Algunos hemos nacido para confesores, otros nacen para ser confesados...

Como habrás notado, vengo con la cabeza un poco caliente. No me hagas caso...

Distanciamiento

La vida es como un cuadro: Si te aproximas mucho sólo aprecias los detalles, y si te alejas percibes el conjunto.

Muchas veces pensamos que nuestros problemas no tienen solución, pero basta alejarse un poco y ver el conjunto de nuestra vida, para apreciar que en general todo va bien. O que todo es un puto desastre...

Cuando le contamos un problema a un amigo, estamos pidiendo de alguna manera que nos dé sus impresiones desde fuera. Confiamos en él o ella, porque se encuentra a una distancia mayor que nosotros, y lo ve todo de manera más objetiva.
El consejo de una Madre no siempre nos convence. Simplemente porque no está tan lejos como para apreciar el conjunto en su totalidad.
El consejo de una pareja no siempre nos vale. Porque no deseamos que vea algunas cosas del conjunto de nuestra vida, y no le podemos pedir que se aleje lo suficiente.
La ayuda de un extraño... bueno, un extraño está tan lejos que aprecia demasiadas cosas a la vez y termina desconectando.

Mariano Rajoy no es santo de mi devoción, pero estas palabras son suyas:

"Sobrevuelen, elévense. Sólo entonces podrán ser más felices y eficaces"

De todos modos, el mejor distanciamiento es el de la risa. Ríete de tus problemas y verás como lo ves todo más claro.

Comienza la última etapa. A mi Abuelo.

Querido Amigo:

Estás a punto de marcharte para siempre... No hablo de la muerte, hablo de un cambio. Una nueva etapa que sabemos con certeza que será la última.

Me acuerdo cuando yo me fuí de casa. Habían sido cinco años de convivencia, y cualquier cosa me hacía llorar: una sábana, el sillón, esa maldita lámpara que jamás estaba recta... Todas las canciones que oía por la Radio me hacían acordarme de cómo había sido mi vida en esa casa con Ella. Todas las películas contaban mi vida. Supongo que si existe una definición de tristeza, incluye mi rostro en aquel tiempo.

Y sólo fueron cinco años.

Tu llevas casi sesenta en esa casa. Y ahora te tienes que marchar. No alcanzo a imaginarme tu tristeza cuando te tengas que separar de todo: de tu taza de desayuno, del ventilador arcaico, de esas ventanas hinchadas por el tiempo...

Supongo que los recuerdos generados en cinco años son ridículamente pequeños comparados con las cosas que significan algo después de seis décadas.

Se me cae el mundo al suelo cuando intento imaginar cómo será el día de la despedida.

Llevo muchos años sin estar a la altura, y no creo que ese día vaya a ser una excepción. Tengo la negación del dolor demasiado enquistada en mi cabeza, y probablemente convertiré mi dolor en una broma o en una cosa banal. No sé si estoy a tiempo de cambiar...

De momento te prometo que iré a verte siempre que me sea posible, nunca me ha dado pereza conducir. Pasearemos por las calles de tu Pueblo y te escucharé contar, por enésima vez, esas batallitas que para mí sólo son historias manidas, pero que para tí son como la sangre, que va del corazón al cerebro una y otra vez dando continuidad a la vida.

Tú lo has decidido. Cuando sea viejo querré morir cerca del sitio que me vió nacer, como tú. Ya sabes que yo nací al cumplir los catorce, así que mi historia será más corta que la tuya, y mis recuerdos menos intensos que los tuyos.

Bueno, a estas alturas no voy a cambiar tanto como para decirte que te quiero. Pero sí podré hacer un esfuerzo sobrehumano para hacértelo ver con claridad meridiana.

El libro de la vida.

Querido Amigo.

Siempre he pensado que la cultura, el saber, nunca están de más.
Lo malo es cuando utilizas los libros para construir una escalera que suba hasta el parnaso por sobre las cabezas atónitas de los iletrados. Lo malo es cuando te sientes único y especial por leer a autores de nombres impronunciables. Lo malo es cuando desprecias a los demás, a los que no se sienten capaces, o símplemente no tienen ganas de acercarse a los grandes lumbreras de la Literatura.

No te sientas superior. La vida es el libro más grande e importante, y no debemos permitir que otras lecturas nos impidan concentrarnos. Los que leen el libro de la vida aunque no lean a "chopenjawer" son mucho más cultos que tú.

Qué agusto me he quedado...

(19/05/07)

Pensamiento impertinente.

Querido Amigo:

Esta noche he tenido dos certezas.

La primera es que es una tontería poner una lavadora en un día lluvioso.

La otra es que nunca encontraré el amor de mi vida en un bar de copas.
Y sobre este último descubrimiento te quería hablar:

Estoy hasta la -olla de los bares de copas. Me importa una mierda si la camarera está buena o no. Me la trae floja la rubia esa que enseña el tanga. Me da por -ulo esa música bajada de Internet, que aunque Domenet no esté de acuerdo, suena como el culo. Impersonal y chillona.
Estoy firmemente decidido a no volver a pisar los chambaos y los barakas.

Lo que quiero es estar tranquilamente en mi casa viendo una peli. Irme a dormir a las once y media aunque sea sábado, sin que nadie me diga que me estoy haciendo mayor. Quiero poder hablar de todo, o de nada. Quiero que el sábado por la noche no sea una penitencia que me destroza los pies y los oidos. Quiero quitar la tele para poner un disco viejo de Sabina, y llorar si me hace falta. "Sentados en corro..."

Lo que te quiero decir es que quiero pasar mi soledad contigo. Aunque no estoy seguro de que no tener pareja sea la soledad.

Por mi bien, y sobre todo por el tuyo, abandonemos este rollo. Nos hace daño.

(27/06/07)

20 veces triste.

En realidad no creo que tenga tanta importancia. Es muy posible que la tristeza sea un modo de vida más, que por acuerdo tácito de toda la humanidad hemos considerado inadaptado. Probablemente los tristes podrían juntarse con otros tristes, hacer ciudades tristes, tener trabajos tristes, y ser tristemente felices a su manera. Sería un mundo triste en el que ningún triste tendría que soportar comentarios como "Hijo, que aburrido eres" o "¡Venga! ¡Baila! ¡Aburrido!" Porque no es lo mismo ser aburrido que ser triste, igual que no es lo mismo ser triste que estar triste. Para ser triste hay que proceder de una familia de tristes, tener lo que se dice pedigrí (bueno, tristegrí) A lo mejor, los tristes no somos felices porque todo el mundo se siente decepcionado porque somos tristes. Igual pasamos la vida intentando no estar tristes para no agobiar a los demás con nuestra tristeza. Sí, es eso: O sea, que además de ser tristes somos buenos. ¡Qué triste alegría!

Ya sé lo que estás pensando. Es la pirada de olla de las 7 41...

(28/11/2007)

Estas son las mañanitas.

5 30 de la mañana. Martes, 15 de Enero de 2008.

Abro la ventana para respirar el aire de la madrugada. Hay un silencio tal, que me parece oir el roce de las sábanas de mis vecinos contra sus cuerpos. El frío es lacerante, pero me da la sensación de que ese es el único aire puro que voy a respirar en el dia de hoy y aguanto dos respiraciones y media.
Siempre me cuesta mucho levantarme. Pero hoy, con el aroma de tu cuerpo entre las sábanas, ha sido un puto infierno. La gente dice que no es recomendable que el perro duerma con uno, pero por un día no pasa nada. Además, has sido la única hembra que ha pasado por mi cama en meses, y tengo la sensación de que vas a ser la última. En meses.

Busco razones para no ducharme. Me da una pereza terrible con este frío... No las encuentro y me ducho. Me alegro: siento que mis fuerzas se despiertan gracias a las gotas calientes aterciopeladas. Enseguida se me pasa el buen rollo: me he dejado el albornoz en la habitación, y en la habitación la ventana abierta. El frío que antes me reconfortaba, ahora me da por culo. Primer cabreo del día.

La cafetera hace un ruido insoportable. Además, sufro de audiofobia estresogénica mañanera, así que apago el cacharro antes de tiempo y me sale un café con aspecto de petróleo. Por las mañanas no me entra casi nada, así que me aprieto el café con dos galletas María, mientras miro el correo o el Foro. No sé para qué me molesto, nunca he encontrado novedad alguna. Pero bueno: los esquemas son los esquemas.

El café hace su trabajo, e inmediatamente tengo ganas de ir al baño. Una vez sentado, pienso en la putada que es que siempre me den ganas después de ducharme. El buitre que tengo en el estómago aprieta sus garras fuertemente, y termino enseguida. Antes, cuando no sufría estrés, me daba tiempo a leerme el Mortadelo. Ahora, toda la literatura escatoculturolectora que me da tiempo a sorber en el baño es la etiqueta del gel, que está en portugués... Me acuerdo de Rara Avis y de Shakespeare. Noto el morro frío de mi Perra en la pantorrilla, y con los pezones erectos, me doy cuenta de que ya debería levantarme de la taza.

Me pongo los pantalones, la camiseta interior, los tirantes, la otra camiseta, la sudadera, el buzo, el palestino y el gorro. Entonces empieza a picarme la espalda, y por más que me froto contra la ya renegrida esquina, no consigo aliviarme. No puedo meter la mano entre tanta capa de ropa, y solo me resta cagarme en el que más manda y aguantar.

Pongo el collar y la correa al chucho y me dispongo a salir a la calle. Como me pillen los calvitos con esta pinta de Kale Borroka, voy a alucinar.

Me sumerjo en el agua-nieve y abro el paréntesis del día. "¡Qué putada!"

(15/01/08)

El fin y un propósito.

Querida Amiga:

Perdóname.
Ya sabes que tengo una absurda tendencia a quejarme por todo. Se podría decir que soy la plañidera número uno de este velatorio en que se está convirtirtiendo el mundo. Supongo que me refuerza el que tú me hagas caso cuando me quejo por algo. Digamos que me siento atendido.

La verdad es que no puedo decir que me vaya bien a casi ningún nivel.

Me parece un triste consuelo aquello de que siempre hay alguien que está peor que uno. Sin embargo, en estos tiempos turbulentos miro a mi alrededor y veo mucho dolor mucho más profundo y justificado que el mío. Seguramente, el trocito de solidaridad que cedo a todas las personas queridas para mí que lo pasan mal hoy, viene a aligerar la gran tarta de caramelo pringoso que es mi vida. No te apures, no estoy teniendo una crisis de filantropía (sigo siendo el mismo cabrón)
No te estoy hablando de guerras o grandes problemas. Te estoy hablando de cuestiones domésticas, cotidianas; pero que sumadas meticulosamente conforman una gran marea negra que hace las calles un poco más grises.

No sé porqué creí que el fin del mundo sería algo así como una gran hecatombe, con volcanes en erupción, terremotos y eso... Puede ser que el fin del mundo venga suavemente, erosionando despacio a las personas. Con las personas, las ciudades, las sociedades...

Probablemente esto que estoy diciendo es una chorrada. De todos modos, por si el fín del mundo está llegando, he decidido vivir un poco mejor hoy.

Te aconsejo que hagas lo mismo.

Informe de incidencias.

Desde el borde de la uña del dedo gordo del pie derecho, hasta el último pelo que asoma insolente del vertedero de inertes que es mi cabeza.
Todo mi cuerpo se ha estremecido esta mañana al comprobar que había mundo mucho más allá de la cama.
Hubiera querido no abandonar nunca la playa cálida que es mi cama. Acurrucarme en la arena de las sábanas y sentirme parte indisoluble de la Tierra.
Hubiera querido echar raices y clavarlas hasta el fondo, hasta el magma, para tener alimento contínuo y no tener la necesidad de poner los pies en el suelo frio nunca más.
He pensado en mi perra. Ella podría alimentarse de la basura que yo rezumara, y sería por fín Reina de la casa. No hay problema, ella se adapta a todo.

A eso de las siete he oído el aleteo del quebrantahuesos de la vida. Tranquilo porque tengo la ventanas cerradas, me he arrebujado en la arena dispuesto a vegetar un par de horas más.
Sin embargo, he olvidado que el pajarraco es un espectro y puede atravesar sin problemas paredes y montañas.
Violentamente ha entrado en mi dormitorio, y haciendo caso omiso de los ladridos de Ali me ha arrancado sábanas y mantas. También se ha llevado un trozo de mi piel: no sabe que hace mucho tiempo que el ir a la cama ha dejado de suponer para mí un acontecimiento digno de vestimentas especiales, y no llevo pijama.
Ha aleteado fuertemente y la corriente de aire, entre plumas, polvo y muebles flotantes, me ha sacado volando de la cama...
A través de la ventana he volado casi hasta la casa de Extremadura para aterrizar sobre un banco y allí, en calzoncillos, he sido el hazmerreir de los viandantes.

Muerto de frío, con los ojos llenos de legañas he pensado "Qué mierda de vida"


(27/03/08)

Belcro.

Querida Amiga.

¿Has visto alguna vez un atleta preparado para tomar la salida?
Así estoy yo ahora. Con un poco más de grasa, desde luego...
Lo que pasa es que cuando suene el pistoletazo, no sé si salir en dirección a la meta, o correr escopetado en dirección opuesta, huyendo de todo.

Así llevo años. Haciendo caso omiso del disparo que me indica la inminencia de la meta, ante la indecisión o la falta de confianza en mis posibilidades.

Ahora está a punto de sonar otro pistoletazo, uno de los más importantes, y no quisiera encontrarme en las mismas.

Pero no sé qué tengo que hacer. Tal vez tú puedas ayudarme.

Me pregunto el porqué de mis dudas, qué es lo que me mantiene en el inicio del camino. Porqué la sensación que tengo es la del belcro, que parece que nunca se va a separar, pero al final con un gran esfuerzo y desgarrándose consigue diferenciar claramente sus dos partes.

Hoy te he visto... Ahí plantado, con las gotas de lluvia insolentes en mis pestañas, muerto de frío y de no-amor, he escuchado la detonación. Una vez más no he sabido que hacer... He pensado en correr hacia tí y decírtelo todo. He pensado en pasar de problemas y meterme al bar.
Cuando has dado la vuelta a la esquina me he dado cuenta como siempre de que ya era demasiado tarde. Me había vuelto a quedar en la línea de salida.

Almas, Almax y armas.

Hace años, sentado en la escalinata de la Iglesia donde me abrí la cabeza, mi primo Monchín me decía que en el año 2000 tendría lugar la tercera guerra mundial.
No me preocupaba demasiado, quedaban dos décadas para el año en cuestión, y me quedaba tan lejos que tenía la sensación de tener toda la vida por delante antes de la hecatombe.

Pasan 8 de los 2000. No ha habido guerra mundial, al menos de piel para afuera...

De piel para adentro las guerras son encarnizadas, fraticidas. El alma se levanta en armas cada cierto tiempo para socavar la moral del cerebro y el corazón. A menudo, el cerebro se rebela para machacar alma y corazón. Otras veces es el corazón el que belicoso alza la voz para montar el lío al alma y al cerebro.
Y unos por otros, jamás encontramos la paz.
Supongo que estos conflictos son la esencia del ser humano. De no existir, nos oxidaríamos indefectiblemente hasta morir de inercia.
Pero a mis veintiquince años tengo la sensación de que hay demasiados frentes abiertos en mi vida. Y lo que es peor, el armisticio ni siquiera se atisba en el horizonte.

El día del cumpleaños de uno, igual que el 31 de diciembre, es una jornada de propósitos.

La zona cero que es mi cuerpo está hoy poblada de cosas pendientes, y siente la necesidad de ir ganando batallas. Yo, que a veces manejo mi destino, voy a intentar ganar la batalla que más me preocupa: la de los besos que no llegan, la de la carne, la de la compañía eficaz y efectiva, la de las noches perdido en la inmensidad de la cama, la de la soledad insolente... Una vez ganado el frente de la Antártida, las demás batallas serán coser y cantar. Seguro.

(25/04/08)

La muralla.

Si pudiera acariciar tu cara durante un segundo... pasar el dorso de mi dedo índice por la piel suave de tu rostro y llegar a tu cuello interminable... Si pudiera abrir mi mano y pasar la palma sobre tus pómulos contundentes... Si pudiera jugar con tus rizos negros con mis dedos ávidos... podría morir en este momento pensando que he cumplido mi objetivo, que el sentido de la vida ha tomado forma en tu rostro de ángel, y que todas las demás cosas son secundarias, accesorias, eventuales, contingentes...
Muchas veces me he preguntado cómo acercarme a tí. He urdido cientos de estrategias peregrinas, y he empezado miles de campañas de asalto que se han quedado atrapadas en el lodo. Desde luego, lo mío no es el éxito en lo que a amores se refiere.
Exploro tu geografía con ansiedad intentando encontrar algún punto débil. Busco el sendero suave o intrincado, recto o sinuoso. Permanezco durante meses sentado sobre la resina, vigilándote. Me sé de memoria tu cuerpo pequeño, de tanto recorrerlo con la mirada... Pero no acabo de encontrar la brecha en el muro.

(26/10/08)

Voy a seguir intentándolo. No mucho más tiempo, desde luego. Sólo un par de eternidades más.

9h 31min.

Esta mañana el aire ha aparecido inundado de pequeñas partículas de metal. Al principio he pensado que se trataba de metralla que el Viento del Este traía desde Palestina, pero enseguida he deshechado la idea: no olía a sangre. Me he tapado bien nariz y boca antes de salir de casa. Me ha hecho gracia comprobar que la tela que usaba para taparme era un pañuelo Palestino, después ha dejado de hacerme gracia.
Al llegar a la calle violenta las esquirlas han empezado a acumularse sobre el pañuelo a la altura de mi nariz y mi boca, impidiéndome respirar, así que me lo he tenido que quitar. Inmediatamente he notado el pellizco de las aristas en los pulmones. He sabido que iba a morir.
Buen día para morir, no soporto la Nochevieja. Sólo hubiera deseado haber tenido tiempo para desayunar. Por aquello de tener reservas para el viaje... He repasado mentalmente el estado en el que había dejado mis cosas. Todo mal, pero qué importa ya.

Al llegar al Parque Norte con mi perra he visto muchos desconocidos habituales. Algunos yacían ya muertos sobre el césped o sobre los paseos, y otros reptaban con la esperanza de vivir unos segundos más respirando el aire algo más limpio de las capas bajas. No había escapatoria. Menos aún para mí, que ya tengo los pulmones jodidos de serie.

Mis pulmones han dejado de funcionar. He mirado el reloj y he pensado: hora de la muerte, 9.31.

Eso es lo que he soñado hoy ¿Qué puede significar?


(31/12/08)

Historia de un desayuno.

Esta mañana no he madrugado. En realidad he visto en el reloj que eran las ocho y he pensado: "Un ratito más" Me he arrebujado en mi edredón de ánade sintético y he vuelto a abrir el ojo a eso de las diez. Con la cosa en el estómago he puesto los pies en el suelo y me he cagado en todo al comprobar que las zapatillas no estaban en su sitio. He ido al baño, y el canuto vacío de papel higiénico puesto sobre la taza del váter me ha recordado el problema "Olvidémonos entonces de las excrecencias, y vayamos directos a la deglución" he pensado. He tropezado con la perra y he encendido la luz de la cocina. Complacido por haberlo recogido y fregado todo la noche anterior, he encendido la cafetera y he repasado mi agenda para hoy en lo que el pilotito rojo se apagaba. El pilotito se ha apagado y he girado suavemente la manecilla que activa los mecanismos necesarios para comenzar la factura del café. He intentado cantar en el mismo tono del ruido de la cafetera (horas después he hecho lo mismo con la aspiradora)
He añadido leche al vaso con café y lo he metido en el micro. 30 segundos. Tiempo suficiente para rascarme con fruición las zonas no permitidas en sociedad. Joder, qué placenteras son esas sesiones de arrascamiento... Me he preocupado por la raja que hay en la puerta del microondas y he comprobado que el petróleoconleche estaba suficientemente caliente.
Se acercaba el momento culminante: Ayer compré sobaos pasiegos en el Aldi. He cogido el tarro de azúcar y he puesto cuatro (sí, cuatro) cucharadas del blanco manjar en el interior del hidrocarburo, removiendo después cuidadosamente para disolver perfectamente la Azucarera Española. Me ha parecido percibir a través de la puerta del armario el aroma de los bollos. He insalivado levemente.

Loco de alegría he sacado el paquete contenedor de cuatro sobaos. Lo he abierto y he abierto el paquete que junta los bollos de dos en dos. He abierto el paquete individual y he quitado el papel. Con las yemas de los dedos ya parcialmente impregnadas de grasita he cogido el preciado bollo. Me lo he acercado a la oreja y lo he apretado suavemente para escuchar el leve crujido de la bollería industrial casifresca. Perfecto. Nada podía estropear ahora el momento.
He sumergido el sobao en la mezcla desayunaticia. He calculado el tiempo perfecto de impregnación. He sacado el bollo para llevármelo a la boca con velocidad constante para que no se rompa. En ese momento, aproximadamente el 75% de la superficie del postre típico pasiego ha empezado a temblar. Inmediatamente he tenido el reflejo de volver a meterlo en la leche, pero enseguida he pensado que se me desharía en su interior. He decidido empujarlo hacia mi boca rápidamente para deglutir la máxima cantidad posible. En ese momento, cual lasca de hielo de un iceberg, un trozo enorme de bollo ha caído en la leche desde una altura de medio metro...

No te quiero contar cómo se ha puesto todo. Desde la mepamsa hasta la lavadora. Había café por debajo de los mandos del horno. Había desayuno por todas partes menos en mi gaznate...

He desayunado en el bar.


(20/01/09)

Cuando muera...

No me costó mucho encontrarlo. Estaba ahí, sentado en posición fetal en medio del páramo. Sólo, derrotado e inerme.
Me acerqué y me senté a su lado. Noté que estaba llorando. No le dije nada (los derrotados no necesitan palabras. Sólo presencias) El perro ni siquiera me miró. Estaba ahí, tumbado con la cabeza entre las patas, resignado.

Me miró con los ojos llenos de lágrimas y me dijo: "Espero que haya alguien allí para cuidarme cuando muera"

Acto seguido supe que se sentía mejor. Se irguió levemente, estiró los brazos y la espalda, se puso de pie y emprendió el camino hacia la casa. El perro le siguió meneando el rabo. Enseguida desapareció entre la niebla.

Me alegré de haberle sido de ayuda y me quedé ahí sentado sobre el suelo yermo.

(28/07/09)