viernes, 7 de diciembre de 2012

De aquí a nosedonde.

Espantando la tristeza camino, sin rumbo fijo, por esta ciudad gris polvoriento. Miro constantemente a un lado y a otro esperando encontrarme vuestras pupilas familares a la vuelta de cualquier esquina. No todo iba a ser amable: la soledad me muerde el estómago hoy con una fuerza que no había sentido jamás. Supongo que es otro de los peajes que un extranjero tiene que pagar. Las lágrimas se descuelgan sin permiso, como diría Robe, del precipicio verdimarrón de mis ojos. Tengo miedo de que se note que soy mucho más fragil de lo que mi paso decidido denota, y algún desalmado se ria de mí. Así que paso los dedos por debajo de mis gafas de pasta y continúo mi andar enérgico en dirección a aquello que parece una interesante iglesia. En realidad, a día de hoy, me importa una mierda la arquitectura sacra. No tiene sentido si no tengo con quién hablar alguna tontada, o con quien tomar una cervecita hablando de las cosas que ayer me hastiaban por ser las de siempre. Esta tarde iré ver el mar. Está sólo a veinte minutos andando de "mi casa". El mar siempre me arropa y me aconseja. Lanzaré mi botella con un mensaje de amor por los míos, pero no pondré el tapón: así el papel se deshilachará, y la misiva no llegará nunca. Os extraño.

No hay comentarios: