viernes, 7 de diciembre de 2012

No vuelvo a ir a ese McDonald's

Vaya fin de día... Llego del trabajo al punto donde me deja el taxi de la empresa las 6 e intento coger un taxi para la casa... Después de más de una hora, reventado de cansancio, abandono y decido comerme una ensalada en el McDonald's y llamar después a un taxi. Mucho más caro, pero vienen seguro. Estoy comiendo mi ensalada y, al morder un crouton (que estaba delicioso, a Dios lo que es de Dios), se me rompe una muela con gran dolor... Un grupo de niñas -la universidad está al ladito- se descojona de risa al ver mi cara de dolor, y cómo se me saltan las lágrimas por el padecimiento (se me saltan cuando me duele algo). Antes de terminar la cena, llamo al taxi. No contestan. Llamo al taxi. No contestan. Llamo al taxi. No contestan. Me levanto de la mesa, y tropiezo con la silla que cae al suelo con gran estruendo. La gente ha debido pensar que era un disparo, porque se ha hecho el silencio... Después las risas. Salgo a la calle y llueve. llamo al taxi. No contestan. Llamo al taxi "usted no tiene saldo para hacer esta llamada" Entro de nuevo al McDonald's y pregunto dónde puedo cargarlo. Me señalan un enchufe. Les digo que no es eso. Que le quiero poner saldo. Se vuelve a reir todo el mundo. Me indican una gasolinera que está dos cuadras, allí puedo recargar (poner saldo, quiero decir) el móvil. Coño con las dos cuadras. Sigue lloviendo. Después de quince minutos andando, llego y cargo (pongo saldo) al móvil. Llamo al taxi. No contestan. Llamo al taxi. No contestan. Vuelvo andando al Mcdonald's empapado y muerto de cansancio. Al final, en contra de las serias recomendaciones de los peruanos, me arriesgo a coger un taxi cualquiera. Paro por lo menos a cinco y ninguno me quiere llevar. Demasiado corta la carrera. Me planteo la idea de ir andando, pero el único cerro que hay en Lima, me separa de la casa. Al final para uno. Quince soles. El triple de lo que me costaría si no tuviera esta cara de desesperación. Me siento y el tipo pone la música a todo volumen. Cumbia, para variar. Llego a la esquina de la casa. Pretendo ir al cajero, pero está ocupado. Me espero en la puerta. Llueve y la alarma de un coche se dispara frente a mí atronándome los timpanos. La conductora está dentro, pero no apaga la alarma. Debe pensar que la voy a atracar. Ganas no me faltan, la verdad. Saco dinero y me encamino hacia la casa con la cantinela "mañana será otro día" en la cabeza.

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