lunes, 27 de julio de 2009

Seamos uno.

Sube a casa.

No tengo mucho que ofrecerte. Algo de cerveza con poco gas, una bolsa de esas patatas que vienen en pack familiar de ahorro y un trozo de Espetec que bien estirado con un trozo de pan puede convertirse en un montadito.

Quédate a dormir.

Las sábanas no ajustan bien. Puede ser que se salgan del colchón en el medio de la noche, y despertemos convertidos en un amasijo de piel, pies y tela ajada. No tengo reloj. Eso es una cosa buena ¿no?

Hagamos el amor.

Ahora que estamos intimando, te diré que no sé si voy a acordarme de cómo se hace. Me refiero a hacer el amor, no a follar. Todo el mundo sabe como se folla, desde luego, pero muy pocos saben hacerlo para la otra persona en lugar de para sí mismos.

Mientras las cosas estén como están, todo lo que tengo es de quien tenga aún menos que yo.

Eso sí. Cuando todo cambie, cuando nos vaya mejor y cambiemos el tablero pelado por el mantel de hilo. Cuando tengamos ternera en lugar de tortilla de cebolla, prométeme que seguiremos siendo lo que somos ahora: dos almas medianas formando una grande.

¿De acuerdo?

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